
Los cambios no son sencillos, eso lo sabemos. Y no sólo nos referimos a grandes cambios, como cambiar de trabajo, convertirnos en padres o mudarnos a otro país, no. Las rutinas diarias, precisamente porque las hacemos cada día, también son muy resistentes al cambio. Nos acostumbramos a levantarnos a una hora determinada, a prepararnos el café en nuestra taza preferida, escogemos siempre aquella ropa que nos hace sentir cómodos, llevamos utilizando la misma colonia desde que pasamos la mayoría de edad, vamos a comprar en las mismas tiendas del barrio y leemos cada día antes de ir a dormir. Estos son sólo algunos ejemplos de costumbres que de tan bien que nos hacen sentir, casi podríamos decir que forman parte de nosotros, que son maneras de hacer las cosas que tenemos incorporadas de forma automática en nuestro día a día.
Así pues, no es de extrañar que cuando nos proponemos cualquier cambio en nuestros hábitos, esto provoque un pequeño descalabro en nuestras vidas. Un cambio implica siempre una pérdida, supone dejar de hacer algo que llevamos haciendo mucho tiempo e incorporar algo nuevo en su lugar, que aunque pueda ser a priori mejor para nosotros, no deja de ser algo que no conocemos y con lo que no estamos familiarizados. Normalmente los cambios suelen estar enfocados al cuidado de uno mismo y pueden tener como objetivo tanto incorporar una mejora, como por ejemplo comer de forma más saludable o hacer más deporte, como también deshacernos de conductas o hábitos que son nocivos para nosotros, como por ejemplo dejar de fumar o de beber en exceso.
Uno de los primeros aspectos que vale la pena tener en cuenta cuando nos planteamos un cambio es su origen, de dónde surge la necesidad de cambiar o, dicho en otras palabras, si el impulso del cambio viene de dentro o de fuera. Nos referimos a un cambio interno cuando el deseo de cambio proviene de nosotros mismos. Se trata de aquellos cambios motivados por la toma de conciencia de que hay algo que no estamos haciendo bien o no nos beneficia. Los cambios que tienen un origen en nosotros mismos son cambios deseados y suelen ir acompañados de expresiones del tipo: «Me gustaría», «me apetece», «me hace ilusión», «me atrevo», etc.
Por el contrario, cuando el cambio es de origen externo quiere decir que nos sentimos de alguna manera obligados a cambiar porque o bien nos empezamos a encontrar mal o bien el médico nos lo recomienda por temas de salud. Es frecuente, por ejemplo, iniciar un cambio de hábitos a consecuencia de unas analíticas que no acaban de salir como deberían. El origen de este cambio, pues, no proviene directamente de uno mismo y suele ir acompañado de expresiones del tipo: «debo», «me toca», «debería», «me han recomendado», etc.
Como ya habremos podido deducir, un proceso de cambio con origen interno siempre partirá con ventaja respecto a un proceso de cambio con origen externo, ya que en este último caso la decisión de cambio no se ha ido construyendo a partir de razonamientos propios, no hemos tenido tiempo de mentalizarnos y prepararnos y a veces la sensación que tenemos es que nos están empujando al cambio sin nosotros haberlo pedido. La motivación de cambio interna, por el contrario, se va gestando a fuego lento, nos vamos haciendo a la idea a nuestro ritmo y la decisión de ponernos en marcha surge con naturalidad y coherencia con el momento presente.
Por todo ello, uno de los primeros aspectos que debemos tener en cuenta a la hora de iniciar un cambio de hábitos es plantearnos si realmente estamos suficientemente motivados para cambiar, es decir, identificar desde dónde está surgiendo el impulso de cambio. Si detectamos que no hay verdaderos motivos internos que apoyen el cambio tendremos que intentar hacer un trabajo previo que nos ayude a pasar de una motivación externa a una motivación interna. Este cambio de perspectiva nos permitirá ver el proceso como una oportunidad de mejora y no como una obligación o una pérdida, propiciando así una mejor adherencia a los cambios.
En la segunda parte de este artículo os daremos algunos consejos y pautas básicas para saber identificar en qué estadio de cambio os encontráis y de qué manera podéis mejorar vuestra motivación para que vuestro proyecto de cambio de hábitos sea exitoso.

Licenciada en Psicología (UB), Postgrado en Metodología y evaluación en Psicología Clínica y de la Salud (UAB), Postgrado en intervención en Psicología Clínica y de la Salud (UAB), Master en Psicología Clínica y Medicina Conductual (UAB), Master de investigación en Psicología de la Cognición y la Comunicación (UAB), Postgrado en Psicoterapia Integradora por el IESP. Miembro colegiada en el Colegio Profesional de Psicólogos de Cataluña (COPC, nº 17070) y estoy acreditada como Psicóloga General Sanitaria por el Departamento de Salud de la Generalidad de Cataluña.