
La mayoría de las personas se encuentran a disgusto con su cuerpo o con alguna parte de él. Qué casualidad que siempre nacemos con la característica que no nos gusta, será porque los tiros no van en esa dirección.
Los cánones de belleza actuales, las presiones sociales, la percepción errónea de lo que es la salud, el bombardeo de la exposición del cuerpo en las redes sociales actúan como enemigos que nos hacen ir suprimiendo nuestro amor propio, nos va haciendo odiar nuestro cuerpo.
Además de estos estímulos externos también nos influye nuestra cultura, nuestras experiencias vitales, nuestra situación emocional y nuestros valores.
Pero nuestro cuerpo no es algo que podamos reducir meramente a lo estético, nuestro cuerpo es el que nos permite interactuar con el mundo, es el que junto con nuestras emociones y nuestros pensamientos conforman nuestro “todo”.
Hoy queremos compartir con vosotros la carta real de una de nuestras pacientes, es una gran luchadora que se encuentra realizando tratamiento para solucionar sus problemas alimentarios y aprender a quererse y a tratarse como se merece.
Carta de una paciente a su propio cuerpo
“Querido cuerpo, creo que hace tiempo que tenemos una conversación pendiente; o mejor dicho, hace tiempo que tengo algo que decirte. Tú ya has dicho y demostrado todo lo que me quieres y me cuidas. Mientras tanto, yo te he tratado muy mal. Y créeme que no ha sido mi intención. Ahora, aunque no estoy del todo preparada, nunca lo estamos para nada, me parece que voy a armarme de valor y voy a decirte unas cuantas cosas que estoy segura te hubiera encantado escuchar de vez en cuando.
Ante todo, quiero que sepas que siento una profunda vergüenza por todo lo que te he hecho y por no haberte mirado ni una sola vez al alma. No te he abrazado jamás, no he valorado todo lo que me llevas ofreciendo a lo largo de estos años. Y no contenta con eso, no te he cuidado nada; te he maltratado de todas las formas posibles. Lo siento. Lo siento mucho y no te lo merecías; ninguna de las veces te lo merecías. Quería cambiarte a toda costa. Cada temporada me obsesionaba con algo que odiaba de ti y lo rechazaba hasta el punto de no mostrarlo, de desesperarme por no ser igual que el resto.
Las marcas que más me avergonzaban eran las de mis estrías, varices y luego la celulitis. Y sin embargo, ahora me doy cuenta que yo provoqué algunas de estas marcas dejándote sin alimento y luego atiborrándome. Mientras tu me mimabas, yo ni siquiera te hidrataba o te llevaba a moverte un poco para que te sintieras mejor.
También había odiado tus dedos de las manos por no ser largos y finos. Por supuesto no podía soportar tu nariz y la tapaba mientras mantenía conversaciones. Luego mis ataques se centraron en mis pechos que no podía ocultar de ninguna forma y con los que me sentía vulgar.
Tú sabes que dar un paseo, salir con las amigas a la playa o a bailar, el asistir a reuniones familiares y en general, exponerme, me daba un miedo atroz. Me entraba una especie de ansiedad y un malestar continuo que me afectaba a la hora de relacionarme con los demás. Y mi arma de defensa era la mofa, el hacer broma o el dar explicaciones sobre mi cuerpo cuando nadie me las había pedido. Y lo que conseguía era que te miraran más, y que lo hicieran con mis ojos. Entonces, me sentía observada, juzgada y terriblemente incómoda. Sí. Sentía que te miraban, que nos miraban y nos juzgaban por ver algo poco estético. Al final, todas esas miradas, aunque posiblemente solamente existían en mi cabeza, se convirtieron en marcas. Y me han afectado mucho más que unas simples estrías. Estas son las marcas que me han impedido quererte.
El cambio
Hace ya algún tiempo que he empezado a ser consciente de todo esto que me sucede y lo que me ha llegado a afectar. Y hace meses que tengo totalmente interiorizado que me ha influido tanto lo que se suponía que era el ideal de perfección, que me olvidé mirar hacia dentro para saber lo que yo espero de mi y lo que yo quiero. Complacer para gustar.
Llevo muchos años con el pensamiento de encajar y no es fácil cambiar. Tampoco se consigue de la noche a la mañana y a veces me descubro mirándome con cara de desaprobación y me riño un poco de forma compasiva o me obligo a acariciar mi tripa. Sé que ahora lo llevo mejor porque estoy en casa, encerrada y nadie puede verme. Y cuando vaya de nuevo a la playa, al bar, a casa de una amiga o a ver a mis padres, sé que una parte de mi se sentirá incómoda, insegura, asustada y sobretodo, se sentirá expuesta. Pero ahora, tengo esa conciencia de lo que es la gordofobia, de que el poder está en mi mente (aunque suene a película de ficción), de verme a través de una nueva mirada. Me sorprendo a veces diciéndote cosas bonitas, mirándote de verdad.
Y es que resulta que tienes una piel súper suave, sí, la de la tripa también. Y esos ojos que me negaba a aceptar que son preciosos, resulta que que cambian de color con la luz del sol, con el reflejo del mar… magia. Me he dado cuenta que tus orejas son perfectas y tus pies también. Ahora no tienes los pies muy bien pero los quiero igual y cuando te cures, iremos a pasear por un montón de lugares.
En fin, que como te decía antes, llevo una temporada fijándome en todo lo que me aportas y prestando más atención a tus necesidades. Te pido paciencia, sí, un poco más, porque estoy empezando a trabajar en todo este embrollo pero ahora que soy consciente del daño que te he hecho y de lo que te llego a querer, esto solamente puede ir a mejor.
Te miro de otra forma, te digo cosas bonitas aún cuando no las siento del todo en ese momento pero creo que lo necesitas. O quizás ¿la que lo necesita soy yo, no crees? Me estoy atreviendo en algunas ocasiones a exponer mi opinión sobre la gordobia cuando aparece, he borrado de redes todo aquello que me pueda llevar a pensar que la perfección existe y que puedo lograrlo. Estoy adoptando una mirada crítica que me está sentando muy bien. Cada uno ve la belleza en un lugar y yo, ahora, cuando veo las estrías que tengo, ya no me pongo a llorar y me compro cremas milagrosas. Ya no pido cita urgente en junio porque llega el verano y así no puedo ir a la playa y quiero que me las quiten como sea. Las estrías son mi crecimiento y desarrollo como persona. Y están ahí. Y me recuerdan las veces que me/te he castigado con dietas y con atracones, pero también me recuerdan todo lo que he aprendido.
Y bueno, ya lo sabes pero te estoy preparando un regalo. Un homenaje a ti a través de la fotografía. No es nada fácil sacar fotos de algunas partes de mi cuerpo pero pongo todo mi empeño y toda mi ilusión en observar cada detalle para detectar la belleza que quizás a simple vista no se ve o yo no la sé ver. Será también un regalo para mi, para recordarme que soy absolutamente única tal y como soy y solamente por eso, ya tengo valor.
Así que ya ves, es un camino largo pero ya no me detengo. Eres mi objetivo de vida. Aprender a quererte, defenderte de cualquier crítica y cuidarte como tú haces conmigo.
La aceptación
Y con todo esto quiero decirte: lo siento. Siento no haberte llevado a muchos lugares maravillosos. Siento haberte negado placer, amor o afecto. Y mucho peor, siento haber dejado que te tocaran en muchas ocasiones en que no nos apetecía, solamente para sentir que nos aceptaban. Siento haber llegado a sentir asco, rechazo y repulsión. Siento haber deseado que fueras otro. No recuerdo cuando empecé a odiarte, a criticarte, a mofarme de ti y analizar cada centímetro de mi piel. Perdóname. Hoy me doy cuenta que te he maltratado por algo que de lo que no tienes culpa. Puedo culpar a la sociedad, a las redes sociales, a la cultura, al entorno, a las expectativas, etc. Pero ya soy mayor para afrontar mis responsabilidades y desde ahora me hago cargo y voy a tratar que todos estos factores no me afecten.
Siento de corazón haberte menospreciado, insultado. Siento haberte hecho enfermar. Siento haberte querido cambiar y sobretodo, siento haberte ocultado en vez de mostrar al mundo el maravilloso compañero de vida que tengo.
Y todo ese arrepentimiento y ese perdón que te pido, quiero transformarlo en un enorme gracias. A pesar de todo lo que he llegado a maltratarte has estado a mi lado sin preguntar, en lo bueno y en lo malo. Y cuando te he permitido ser tú, me has dado oportunidades inimaginables. En realidad, todo lo que haces es magia. Dar un abrazo, sentir un beso, pasear por la playa, oler una flor, sonreír, ….no acabaría. Mientras voy escribiendo me vienen un montón de imágenes de momentos que sin parecer muy especiales, gracias a ti se hacen únicos.
Y ahora que por fin puedo ver lo mágico que eres, ya nada va a ser lo mismo, va a ser mejor. Porque ahora, cuando tenga miedo, en vez de ponerte de excusa, te abrazaré.”
Artículo elaborado por Alba Fernández. Carta real de una paciente anónima.

Diplomada en Nutrición Humana y Dietética por la Universidad de Vic; Licenciada en Ciencia y Tecnología de los alimentos por la Universidad de Vic; Postgrado en Nutrición Humana y Dietética Materna infantil por la Escuela Universitaria de Enfermería de Sant Joan de Deu y Máster en Comunicación y Gastronomía por la Universidad de Vic.
Soy Miembro colegiada en el colegio profesional de Dietistas y Nutricionistas de Cataluña (CODINUCAT) (CAT000273).