SIBO se refiere al sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO son las siglas en inglés “Small Intestine Bacterial Overgrowth”). ¿Por qué hablamos de sobrecrecimiento? Pues porque existe primero de todo un aumento del total de bacterias presentes en el intestino delgado. En segundo lugar debe destacarse el tipo de bacterias que están sobrecreciendo: son bacterias que, en un individuo sano, se encuentran en el intestino grueso. Pero en el caso de SIBO se encuentra de forma anómala en el intestino delgado.
Pueden presentarse algunos o todos los siguientes:
Se deben a la fermentación producida por las bacterias y, produciendo gases, alteraciones digestivas como estreñimiento o diarrea, esteatorrea (heces grasas, debido a la mala absorción de las grasas) y como consecuencia pérdida de vitaminas liposolubles, pérdida de peso, entre otros.
El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado suele estar relacionado con una disminución en la velocidad de paso de los alimentos y residuos a través de él. Esto provoca que las bacterias encuentren los nutrientes necesarios para poder crecer y multiplicarse. Son diferentes las causas que pueden llevar a un enlentecimiento de la velocidad a la que avanzan los alimentos por el intestino. Vamos ahora a exponerlas.
Que te encuentres en alguna, o varias, de estas situaciones no significa que tengas SIBO, pero sí que puede aumentar la probabilidad de tenerlo.
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Actualmente se puede diagnosticar si existe sobrecrecimiento bacteriano con una prueba no invasiva como el test del aliento espirado para SIBO. Con este test se mide la cantidad de metano e hidrógeno que expulsamos con el aliento tras tomar una mezcla de glucosa con agua. En condiciones de salud, la producción de metano e hidrógeno debería producirse solo en el colon, pero cuando existe SIBO, estos gases e producen también en el intestino delgado.
No obstante, existen pruebas más específicas, como la que consiste en tomar una muestra del contenido del intestino delgado mediante una endoscopia para, posteriormente, analizarlo.
También puede resultar adecuado hacer un estudio de heces para buscar si existe presencia de grasa (la esteatorrea o heces grasas es un síntoma del sobrecrecimiento bacteriano) así como análisis de sangre para verificar el estado de algunas vitaminas, que pueden verse disminuidas ante el SIBO por empeorar la digestión y absorción de nutrientes. Con la esteatorrea, por ejemplo, se pierden vitaminas liposolubles, es decir vitaminas A, D, E y K.
El primero objetivo del tratamiento de SIBO es eliminar el sobrecrecimiento bacteriano que existe en el intestino delgado. Para ello es necesaria la prescripción de antibiótico por parte del médico. Este tratamiento se acompañará a su vez de unas pautas dietéticas que complementen el tratamiento. Ya sea inicialmente para paliar los efectos secundarios del antibiótico, así como para contribuir tanto a controlar el sobrecrecimiento bacteriano, como para revertir las deficiencias nutricionales que se hayan producido.
Los FODMAP son alimentos prebióticos de las bacterias que se encuentran en el intestino grueso de un individuo sano. Por esta razón, la persona que padece sobrecrecimiento bacteriano y consume FODMAP produce fermentación de estos carbohidratos en el intestino delgado, ya que las bacterias se “alimentan” con ellos y, como consecuencia, se producen gases afectando al individuo con hinchazón, diarrea, flatulencias, etc. Son FODMAP por ejemplo la lactosa, la fructosa o los polialcoholes como el sorbitol o el eritritol.
El Dietista Nutricionista juega un papel muy importante en la dieta para SIBO ya que la dieta FODMAP conlleva una importante restricción que debe planificarse adecuadamente. Esta dieta es una herramienta que solo debe utilizarse en casos indicados, como lo es el tratamiento para el sobrecrecimiento bacteriano, que contempla diferentes fases y que debe llevarse a cabo durante un tiempo limitado. Será pues necesario que el dietista-nutricionista planifique las diferentes fases de la dieta FODMAP para el tratamiento del SIBO y realice los seguimientos pertinentes, para finalmente terminar estableciendo una alimentación normalizada según cada caso.
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Además del apartado de paciente también podrás:
Te indicaremos los alimentos que deberías evitar antes de que te pongas en contacto con un profesional para evitar tener malestar e intentar controlar un poco más los síntomas.
Evita alimentos con: lactosa, como leche y derivados (yogures, quesos frescos, postres lácteos,..); fructosa (evita los zumos de frutas, frutos secos, fruta enlatada, albaricoques, cerezas, etc.); galactanos (lentejas, garbanzos) y evita los polioles (sorbitol, manitol y xilitol).
También se debe restringir el consumo de productos con fructanos como ajo, cebolla, coliflor, hinojo, inulina, etc.
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Todo el mundo tiene presente cómo las emociones se manifiestan en parte a través de nuestro sistema digestivo: los nervios, una mala noticia… nos pueden hacer sentir un nudo en la boca del estómago, empeorar nuestras digestiones o incluso alterar nuestro ritmo de evacuación. Y es ya un hecho que el estrés crónico condiciona nuestra salud digestiva: cuando nos encontramos ante una situación de estrés el cuerpo se adapta reduciendo la energía destinada a funciones que no le ayudarán a hacer frente al estrés. Una de estas funciones es, por ejemplo, la digestión. Empeorarán pues nuestras digestiones, no solo porque el sistema digestivo tenga menos energía para llevarlas a cabo, sino también porque se verán disminuidas las secreciones digestivas, como puede ser el jugo gástrico o el jugo pancreático.
Este efecto tiene dos consecuencias: la primera a nivel de velocidad de movilización de los alimentos y residuos a lo largo del tubo digestivo, dentro de él los intestinos. Causa que ya hemos comentado en caso de SIBO. En un segundo nivel se verá afectado el ambiente dentro de nuestro sistema digestivo: las secreciones digestivas no solo tienen como función aportar enzimas y compuestos que digieran los alimentos y nutrientes; sino que además, con por ejemplo su pH, contribuyen a mantener unas condiciones determinadas dentro del ambiente bucal, el gástrico y, dentro de cada parte del tubo digestivo. Cada zona es distinta porque reciben el efecto de una secreción distinta y, porque cumplen con unas funciones concretas distintas cada una de ellas. Ambas consecuencias son caldo de cultivo para el sobrecrecimiento bacteriano.
Por todo ello, en caso de padecer SIBO, pero también en caso de cualquier afección digestiva, será necesario no solo abordar la alimentación y los tratamientos médicos pertinentes, sino también revisar cuál es nuestro nivel de estrés y evaluar de qué modo hacer frente también a esta parte de nuestro día a día.
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